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Editorial noviembre 2012

Mª del Rocío Muñoz. Editorial

Mª del Rocío Muñoz

Abrimos el editorial de este mes transmitiendo nuestro más sentido pésame a las familias de las cuatro chicas que murieron en una macrofiesta en Madrid durante la pasada noche de Halloween. Una tragedia tan dolorosa como inesperada.

Cuatro vidas interrumpidas que condicionarán para siempre las de sus seres queridos, que tendrán que aprender a vivir con una herida que permanecerá por siempre abierta.

Deseamos que en medio de tantas preguntas sin responder y tanta desesperación aparezca, tarde o temprano, un rayo de esperanza y fuerzas para continuar. Que las lágrimas se conviertan en fe; en cualquier tipo de fe. Y luego, pensar que simplemente han cambiado de plano, para estar en otro bastante mejor.

En medio de toda la barbarie, otra chica permanece en estado de máxima gravedad. Vamos a cruzar los dedos porque en esta historia se produzca el milagro y un día amanezcamos con la noticia de que se queda entre nosotros. Nuestros mejores deseos para ella.

Esta tragedia nos recuerda, de algún modo, a la ocurrida en Castelldefels durante la Noche de San Juan de 2010. Era también una noche de fiesta, momento de celebración que acabó con el doloroso balance de trece víctimas mortales. Una tremenda escena en la que todos ellos, gente muy joven, intentaban cruzar las vías de un tren que no vieron llegar, y que se llevó sus vidas demasiado pronto.

En aquel momento nos paramos a reflexionar lo mismo que pensamos ahora: la inmensa capacidad del ser humano para ser golpeados y, tras el terrible impacto inicial, asumir y aceptar lo incomprensible. Y que la vida, al mismo tiempo que maravillosa, también posee cierto grado de crueldad. Ante esto, solo nos queda asimilar, aceptar, y continuar.

Porque la vida, con sus cosas buenas y malas, sus misterios y obviedades, sus razones y locuras, sigue discurriendo a chorros, sin detenerse por nada ni por nadie, arrastrando con la fuerza salvaje de su corriente a aquellos que quieran o puedan aferrarse a ella.
La vida es bella, pero también ingrata, despiadada y cruda. Y hay que amarla con sus virtudes y todos sus defectos, por mucho que éstos nos quemen, porque es la única manera de amar…

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